En momentos difíciles, los socios y colaboradores de Rotary han demostrado su empuje para superar los retos
Era mayo de 1997, y Sam Okudzeto, entonces miembro del Comité Regional Africano de PolioPlus de Ghana, volaba a Sierra Leona para participar en lo que pensaba sería una reunión anual rutinaria sobre la erradicación de la polio en África. Pero cuando su avión aterrizó y miró por la ventanilla, vio que soldados armados habían inundado la pista.
Mientras se dirigía al control de pasaportes, preguntó a un funcionario del aeropuerto qué estaba pasando. “Escuche con atención”, le dijeron. “Puede oír los disparos”. Esa mañana había ocurrido un golpe de estado.
“Todo lo que oímos era boom, boom, boom”, recuerda Okudzeto. “Entonces me di cuenta de que el avión que nos había traído había desaparecido”.
Al no haber taxis, Okudzeto y los demás participantes en la reunión que habían viajado en el avión caminaron hasta un hotel cercano. “Fuimos todos a nuestras habitaciones, dejamos el equipaje y luego fuimos al restaurante”, recuerda. “Pedí el lenguado más grande y jugoso que había comido en mi vida, porque podía ser mi última cena”. (Por suerte no lo fue, y cuatro días después, Okudzeto y los demás pudieron salir del país en helicóptero).
“Hay un enemigo en la vida, y es el miedo”, dice ahora. “Aquellos que no lo tienen pueden lograr cosas increíbles. Es fantástico ver el resultado ahora: África está libre del poliovirus [salvaje]”.

Los socios de Rotary de todo el mundo han aportado casi 890 millones de dólares para la erradicación de la polio en la región africana. Obtén más información sobre la labor de Rotary para erradicar la polio y considera la posibilidad de realizar una donación en endpolio.org.
Pero a veces, el derramamiento de sangre consiguió desbaratar los esfuerzos de erradicación de la polio. Nigeria creía haber visto su último caso de poliovirus salvaje en julio de 2014. Pero entonces el grupo Boko Haram mantuvo durante varios años alejados a los vacunadores de sus bastiones en el estado de Borno, en el noreste de Nigeria. “Desde un principio, Boko Haram estuvo en contra de las inmunizaciones y se destruyeron muchas instalaciones sanitarias. La inmunización ni siquiera era algo en lo que se pudiera pensar.”, dice Tunji Funsho, presidente del Comité de PolioPlus de Nigeria desde 2013. La polio seguía presente, sin ser diagnosticada, en las zonas de Borno donde los niños no habían podido recibido las vacunas, y en 2016 el país registró cuatro casos.
Pero el gobierno nigeriano, así como Rotary, sus aliados y los trabajadores sanitarios y voluntarios, nunca se rindieron. El ejército nigeriano se convirtió en un participante clave en los esfuerzos de vacunación. Al principio, aseguraba una zona, y los vacunadores pasaban un máximo de dos días inmunizando rápidamente a los niños antes de marcharse, una estrategia llamada “hit and run”. Más tarde, miembros armados de las milicias locales escoltaban a los vacunadores a las zonas inseguras. Hoy en día, los miembros del cuerpo médico del ejército llevan la vacuna a los asentamientos que siguen siendo inseguros para que trabajadores civiles entren y vacunen a los niños. “Los militares saben cómo cuidarse”, dice Funsho.
Funsho recuerda haber visitado la casa de la niña que tuvo el último caso de poliovirus salvaje en Nigeria, otra víctima inocente de la insurgencia. “El potencial de una niña de tres años en el estado de Borno ya es muy bajo: educacionalmente, socialmente, en todos los aspectos del quehacer humano”, dice. “Si a eso le añadimos la parálisis causada por la polio, ¿qué esperanza puede tener esa niña? Es desgarrador”.
El programa Alianza para una Zambia libre de paludismo, liderado por un club rotario, ayudará a reducir los casos de paludismo en un 90 % en 10 distritos de dos de las provincias del país.
En Nigeria, otro obstáculo importante fueron los persistentes rumores sobre la seguridad de la vacuna oral contra la polio que se extendieron en el norte del país a principios de la década de 2000, afirma Funsho. Líderes políticos y religiosos escépticos dijeron a los padres que se negaran a la vacunación, combinando la retórica del movimiento antivacunas con teorías conspirativas sobre un complot occidental para esterilizar a los musulmanes. “Este rumor no nació en el país. Vino del extranjero y encontró tierra fértil en el país que logró potenciarlo”, dice Funsho. “Llevó a que la vacunación se convirtiera en un acto político en vez de un medio para proteger a nuestros niños contra la parálisis”.
La situación se deterioró. Varios estados del norte de Nigeria cancelaron todas las actividades de inmunización hasta que los funcionarios pudieran demostrar que la vacuna era segura, y el país pasó 14 meses sin una Jornada Nacional de Vacunación. El gobierno nigeriano, decididamente comprometido con la erradicación de la polio, creó un comité con la presencia de los principales líderes musulmanes para verificar la seguridad de la vacuna. Recorrieron las fábricas de vacunas y elaboraron un informe que satisfizo a todos, excepto a los líderes políticos y religiosos del estado de Kano, el epicentro de los rumores. Los funcionarios de ese estado enviaron su propio comité de expertos en salud y eruditos religiosos a Indonesia, donde volvieron a confirmar la seguridad de una vacuna fabricada en un país musulmán.
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